Dos voces del Mar Menor

La Verdad 03/12/15

Miguel Ángel Ruiz

Los artículos de Ángel Pérez Ruzafa e Isabel Rubio Pérez sobre el futuro de la laguna
Estamos en una semana importante para el Mar Menor: después de décadas de pasividad social, salvo las reivindicaciones ecologistas y las protestas puntuales de asociaciones vecinales, se ha constituido una plataforma ciudadana para impulsar un pacto que salve la laguna de la degradación. Y estos días celebra unas jornadas para debatir cuáles son los problemas que aquejan a este ecosistema antes de abordar cómo resolverlos. La primera sesión se celebró el lunes y hoy se desarrollará la segunda (a partir de las 17.00 horas en el Paraninfo de la Universidad de Murcia). Por si alguien está interesado en asistir, reproduzco aquí los artículos que se publicaron el domingo en la edición impresa de 'La Verdad'. No estaría mal leerlos antes. Están escritos por dos personas que conocen muy bien el Mar Menor, y ambos textos rezuman sentido común. Escuchemos a los que saben.

Antes de que sea tarde


Por Ángel Pérez Ruzafa (catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia)

En una generación, en el Mar Menor hemos visto levantarse, en La Manga, una barrera de edificios que alteró para siempre la dinámica sedimentaria y dunar, en un modelo que iba contra sus propias aspiraciones de desarrollo económico por no ser sostenible. De ahí derivan ahora la falta de sedimento en las playas y los problemas urbanísticos de tráfico, seguridad ante las emergencias y habitabilidad. Posteriormente, se precipitó una cadena de acciones que han ido forzando la laguna. Se ensanchó el Estacio, alterándose las condiciones ambientales, con consecuencias drásticas como la caída de la pesca del mújol, la colonización del alga 'Caulerpa prolifera' y nuevas especies de medusas y la desaparición de artes de pesca tradicionales como las pantasanas y las encañizadas.

A esto siguió el relleno de terrenos para acrecentar playas, construir edificaciones y paseos marítimos, destruyéndose zonas someras esenciales para los alevines de especies pesqueras. Se han construido espigones y puertos deportivos, realizado dragados y vertidos de arena, modificando las corrientes, activado la producción primaria y el desarrollo de algas, induciendo la acumulación de fangos anóxicos con producción de sulfhídrico y olor a podrido. Estos rellenos dejaron en tierra balnearios emblemáticos, afectando al paisaje, pero sobre todo eliminaron la biodiversidad de organismos filtradores que ayudaban a mantener limpias las aguas.

Finalmente, los cambios en los usos en la cuenca de drenaje han acarreado la entrada continua de agua dulce cargada de nutrientes, deteriorando la calidad ambiental en un proceso de eutrofización que puede ser irreversible y pone el Mar Menor de aguas cristalinas que conocimos al borde de su desaparición como tal.

La historia reciente marmenorense está repleta de reuniones técnicas, declaraciones de intenciones e inversiones multimillonarias para salvarlo de la degradación provocada por estas acciones. Sin embargo, la inmensa mayoría de estas iniciativas no pasaron del titular de prensa que generaron; y las inversiones multimillonarias realizadas hasta el momento solo han alimentado la especulación y a quienes viven de ella. Frecuentemente se cierne la sospecha de que la utilización de grandes máquinas por las playas, dragas o barcos recogemedusas, kilómetros de redes o ciertas infraestructuras, es más una excusa para alimentar un sistema de contrataciones que para resolver de forma adecuada los problemas del Mar Menor.

Solo de este modo podría explicarse que los problemas permanezcan y se vayan acumulando unos sobre otros, mientras estas actividades evolucionan e incluso envejecen con el desgaste del tiempo, buscando, de vez en cuando, un nuevo brote epidémico que los revitalice y vuelva a justificar. Este planteamiento puede parecer duro. Pero, sobre todo, es triste. Si queremos enfrentarnos a la realidad, tampoco podemos ignorarlo.

Evidentemente, deben considerarse muchos otros factores a la hora de afrontar los problemas del Mar Menor y buscarles soluciones. Entre ellos está la necesidad de conocer bien los procesos ecológicos implicados y la relación de causas y efectos de las distintas actuaciones sobre las comunidades. En treinta años de investigación hemos aprendido mucho del funcionamiento del ecosistema y de cómo ha sobrevivido a tanta agresión, pero lo lamentable es que ha sido con el esfuerzo e iniciativa personal de quienes no podían verlo morir. La falta de recursos materiales y humanos impide que haya continuidad y que muchos aspectos queden sin investigar, cuando el dinero malgastado en un simple año de recogida de medusas o una regeneración de playas, habría permitido un seguimiento, con personal fijo, aportando datos para la gestión de los problemas, durante décadas.

También está la necesidad urgente de coordinación entre administraciones con competencias en el Mar Menor. Sin voluntad política de entendimiento y de poner los problemas sobre la mesa para buscarles soluciones, nunca se conseguirá nada que no sea malgastar tiempo y dinero. Y el primero es mucho más escaso que este último.

Finalmente, es esencial contar con los usuarios. Pescadores, hosteleros, constructores, agricultores, vecinos, investigadores… todos tienen necesidades y expectativas, que deben ser expuestas en un contexto en el que tengamos clara la prioridad de que el Mar Menor mantenga su integridad para que nos siga prestando sus servicios.

En los últimos meses ha tomado forma un pacto por el Mar Menor, constituyéndose un colectivo heterogéneo de personas de distinta procedencia y ámbitos profesionales, con el único denominador común de su preocupación por la laguna. Su intención, según manifestaron sus promotores en una primera reunión, no es perpetuarse, sino desaparecer una vez cumplido el objetivo de despertar la conciencia ciudadana, particularmente de la clase política, desencadenando un proceso de sensibilización y de asunción de responsabilidades para el planteamiento y resolución de los problemas que afectan a la laguna. Que este objetivo se consiga, antes de que sea demasiado tarde, depende de todos, y nos va mucho en ello.

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En este pueblo hay niños

Por Isabel Rubio Pérez (Grupo de coordinación de la plataforma Pacto por el Mar Menor)

Es una tarde otoñal, por fin, después de este tórrido verano. Un grupito de gente se va formando en el paseo marítimo de Los Nietos. Según nos acercamos, ves que son madres y niños principalmente. Se dirigen a nosotros y preguntan si venimos a la manifestación para que nos arreglen la playa y «todo esto», señalando las toneladas de lodo que se ha ido acumulando a lo largo de los últimos cuarenta años en torno al club náutico, y que se han visto incrementadas por los vertidos agrícolas de manera extraordinaria después de las lluvias de estos dos meses. No, no hay ninguna manifestación, les contestamos. Solo vamos a hacernos una foto para el periódico, somos gente a la que nos preocupa cómo está el Mar Menor.

Los miembros de la plataforma nos hacemos las fotos y luego, las madres quieren posar con sus hijos. El fotógrafo dice que los niños no, por aquello de la protección de la imagen. Una de ellas, fuerte y orgullosa, desconvoca la concentración y dice: «En este pueblo hay niños, y queremos que se sepa». Y se fueron obedientes tras esta mujer que junto a otras, preocupadas por la educación de sus hijos, han convencido al presidente de la Asociación de Vecinos para que les deje el local y que los críos no estén toda la tarde en la calle y hagan los deberes y participen en talleres que ellas mismas organizan.

Al pasar por delante de las casitas modestas de este pueblo que aún siguen en pie junto al mar, recordé que hace más de sesenta años se decía que las iban a tirar porque se iba a construir un club náutico y un paseo marítimo.

Frente a quienes proponían el derribo de esas viviendas, ganó el ‘progreso’. Aquel pequeño club náutico de los años 50 que dejaba pasar el agua bajo sus pilares de madera fue sustituido por el actual de hormigón veinte años más tarde. Aquellos años 70 enloquecidos que trajeron la ‘prosperidad’ a nuestra región, dejaron también su huella en este pueblo.

Cuando añoramos la época en la que las aguas eran cristalinas y había caballitos de mar por doquier, hemos olvidado que en ese Mar Menor de nuestros padres, los vertidos de las minas iban directamente a la laguna, así como las aguas residuales de las poblaciones costeras. Los desechos mineros fueron desviados en los años 50 hacia el Mediterráneo (ese es otro tema, mi querido Portmán), pero esos desechos mineros cargados de metales pesados se quedaron entre Los Nietos y Los Urrutias para ser arrastrados al Mar Menor cada vez que llueve.

A pesar de estas agresiones, la laguna ha ido sorteando obstáculos y poniendo parches aquí y allá hasta que llegaron los enloquecidos, repito, años 70. Es entonces cuando aparece el ‘boom’ de la construcción en nuestra costa y los arenales de La Manga se convierten en un conglomerado de hormigón sin orden ni concierto, con edificaciones en muchos casos dentro de la laguna. Los campos de secano se convierten de la noche a la mañana en regadío con la llegada del trasvase Tajo-Segura, y en ellos se instala la ‘industria agrícola’ que arroja a la laguna toneladas de abonos y estiércol cada vez que llueve porque no se hicieron ni se hacen estudios medioambientales, ni se planificó qué se haría con los vertidos. También en esta época empiezan a proliferar los puertos deportivos, que encementan grandes extensiones de litoral, impiden a las corrientes su curso natural  y actúan como barreras de todos los desechos de estériles mineros, agrícolas, humanos... Asimismo, en estos años comienza la conversión de kilómetros de orilla de laguna en playas artificiales y el dragado y ensanche de canales en La Manga.

A los problemas del pasado se unen los del presente, como el de la sobrepesca, cuya falta de control, ese ‘pan para hoy’ o mejor dicho ese ‘pez para hoy’, es hambre para mañana.

Pero ante este espectáculo de degradación y tristeza por los errores del pasado y del presente, un grupo de personas de diferentes profesiones e ideologías pero unidas por el deseo de que el ecosistema más importante de nuestra región no muera, nos hemos constituido en una plataforma por un Pacto por el Mar Menor y hemos organizado unas jornadas que tendrán lugar en el Paraninfo de la Universidad de Murcia, desde mañana y hasta el 3 de diciembre. En ellas intervendrán investigadores, abogados, jueces, economistas, representantes de organizaciones vecinales, ecologistas, turísticas, sindicales y partidos políticos, para que, entre todos, veamos qué situaciones son reversibles y cuáles pueden mejorarse, en definitiva, que lleguemos a un pacto, a un gran Pacto por el Mar Menor.

Porque no queremos este Mar Menor que tenemos y porque en este Mar Menor hay niños, y queremos que lo hereden y disfruten.