Los problemas de la laguna no comienzan en su litoral

Francisca Giménez Casalduero
Profesora Titular de Universidad de Alicante
Departamento de Ciencias del Mar y Biología Aplicada



Como no podía ser de otra manera, en esta Región donde por diversas razones no se suele estar a la altura de las necesidades y las urgencias ambientales, ha sido la sociedad civil, las plataformas ciudadanas las que por fin, han reaccionado hasta presionar, espero, para aplicar soluciones. 

Nuestra urgencia es “LA LAGUNA” (con mayúsculas y negrita). Desde hace décadas estamos envueltos en un inacabable día de la marmota donde todos sabemos qué hay que hacer, las actuaciones empiezan  una y otra vez, pero nunca se culminan los procesos, ni se consigue el principal objetivo: “La recuperación y conservación de la laguna como patrimonio ambiental de los ciudadanos y la consecución de un modelo sostenible de desarrollo”. Vemos pasar una iniciativa tras otra, en repuntes de interés político-social, que desfilan y se olvidan casi a la misma velocidad que surgieron, después de sesiones más o menos intensas de maquillaje. Eduardo Salazar, en este mismo blog, realiza una interesante revisión de todas esas iniciativas, algunas de ellas pioneras, mientras otras, de alguna forma son referentes a nivel europeo y/o mediterráneo como proyectos “teóricos” de gestión integrada (el único enfoque plausible para recuperar nuestra laguna). Iniciativas que por una u otra causa nunca llegaron a implementarse.

El proceso está asumido y presenta una lógica que parte del diagnóstico, identificación de objetivos generales que nos llevarán a los objetivos operativos, los cuales marcarán la definición de medidas y propuestas de acción. Hasta este punto se ha llegado en varias ocasiones en iniciativas de diferentes administraciones de forma impecable, incluso con la obligada participación ciudadana. Sin embargo, es a partir de aquí donde falla el proceso. Las propuestas de acción deben ser ejecutadas y por lo tanto deben ir acompañadas de presupuestos y compromisos necesarios para llevarlas a cabo. Desgraciadamente, al final solo se ejecutan aquellas mediadas parciales que sirven para la sesión de maquillaje, determinada en cada momento por haberes que nada tienen que ver con la laguna y el interés común. 

Una de las premisas que todos debemos asumir desde el principio es que los problemas de la laguna no comienzan en su litoral. El Mar Menor es una cubeta receptora de todas las actividades y procesos que ocurren en una amplia zona de influencia que incluye el campo de Cartagena y toda su cuenca hidrológica, comenzando por las sierras limítrofes, sin olvidar su conexión mediterránea. Cualquier propuesta que no contemple estos límites de actuación, será un parche temporal e ineficaz. Si actuamos única y exclusivamente en la laguna, y olvidamos todas las presiones generadas en el campo de Cartagena o en la franja costera limítrofe, actuaremos como quien decide pintar la pared de su casa tras un episodio de humedad, sin buscar y solucionar el origen de la gotera. 

En todo este proceso, quiero abogar por una herramienta que no es nueva, ha sido puesta encima de la mesa en reiteradas ocasiones, pero por desgracia, no ha llegado a ver la luz: el Observatorio del Mar Menor. Entendiendo el Observatorio como un sistema permanente, técnico, eminentemente público y transparente. Capaz de integrar toda la información social, económica y ambiental que se encuentra dispersa, recopilar estadísticas y proporcionar análisis e información periódica. Dicho observatorio debería instaurar una red de seguimiento de indicadores, con toma de datos sistemática y coherente, para alimentar bases de datos con series temporales a largo plazo e información georeferenciada. Los indicadores deben ser objetivos, verosímiles, fiables, sensibles, accesibles y eficaces. La disponibilidad de estas bases de datos serviría para identificar tendencias, evaluar el estado del ecosistema, incluyendo la situación socio-económica y  apoyar la toma de decisiones. Las series de datos permiten desarrollar modelos, lo que ayuda a la interpretación de los procesos, además de posibilitar la previsión de diferentes escenarios posibles. 

El observatorio es básico en las diferentes fases del proceso que debe llevar a cabo las políticas públicas para una planificación responsable y eficiente. La identificación de los problemas viene de la mano de una correcta diagnosis. Tras el diagnóstico es necesario buscar las diferentes soluciones mediante la elaboración de alternativas, las cuales serán más viables si surgen del análisis de datos reales y modelos ad hoc. Tras la propuesta de soluciones, llega el momento de la toma de decisiones y la posterior aplicación  de las acciones. Entre las funciones del observatorio estarán por tanto, la elaboración de diagnósticos, la propuesta de alternativas, la toma de datos y seguimiento de los indicadores, además de la evaluación de la eficacia de las actuaciones y objetivos de gestión, dicha evaluación permitirá realizar ajustes en las acciones o reorientar las propuestas en caso de comprobar su ineficacia.

La coordinación de este observatorio, debería recaer en una herramienta que tampoco es nueva El Consejo asesor del Mar Menor, que fue concebido como un órgano consultivo y participativo, integrados por representantes de la administración y la sociedad civil y cuya función sea, entre otras, la elaboración de propuestas,  coordinación y seguimiento de las actuaciones, así como la propuesta de aprobación de los diferentes proyectos e iniciativas que afecten al Mar Menor y su entorno.

Aplaudo y suscribo el artículo de Francisco Robledano, también en este foro, es necesario planificar pero es imprescindible implementar las políticas de gestión integrada. Existen las herramientas, la capacidad, la información y la formación, solo falta el compromiso y la implicación de la clase política.