PACTO POR EL MAR MENOR

Manuel Muñoz Zielinski


-Pues mire usted, anoche la reunión estuvo bien. Estabamos unas trescientas personas interesadas en el asunto escuchando a biólogos, químicos, ecologistas, técnicos en educación ambiental, abogados y jueces, promotores turísticos, agricultores y representantes sindicales.

-¿Y qué se contó?

-De todo. El asunto es que el Mar Menor abarca toda una comarca en la que había tradicionalmente tres o cuatro actividades económicas: la pesca, la agricultura, sobre todo de cereales cuyo grano era llevado a los cercanos molinos, y la obtención de la sal.

-Pero todo eso es cosa del pasado. Ahora…

-Ahora sucede que desde hace unos cuarenta años, como en buena parte de la costa española, se construyeron cientos de miles de edificios que acogían a los que querían pasar una temporada lejos de los calores de las ciudades.

-Los turistas.

-No exactamente. Los turistas buscan experiencias nuevas, se alojan en hoteles o establecimientos similares, y suelen disponer de un presupuesto medio-alto. La mayoría de los que tienen las llamadas segundas residencias, lo que hacen es trasladar su cotidiano urbanita a la costa, demandando los mismos servicios que tienen en sus lugares de origen: tiendas, bares y restaurantes, farmacias y servicios sanitarios.
-Ya. Y cuando están allí piden los mismos servicios que en las ciudades, pero sólo permanecen en las playas unas pocas semanas durante el verano.
-Exacto. Durante la temporada alta, esos servicios funcionan a tope, pero al terminar la temporada, esos lugares quedan casi desiertos. Sin embargo, hay gente que vive allí todo el año, y que se ven ignorados por las administraciones que han volcado su actividad en esa temporada. Hay pedanías cercanas al mar que al finalizar septiembre se quedan sin servicios.
-Pero no se hablaría sólo de eso.
-¡Que va! Ni mucho menos. El Mar Menor es una laguna cerrada por La Manga. Su esencia y su atractivo residen en la calidad de sus aguas. Por lo tanto, varios expertos nos aclararon la importancia de que esa laguna pudiese “respirar”. Esas aguas vienen del mar mayor por las golas o pasajes naturales que están en varios lugares de La Manga. Algunas han sido cerradas por la presión urbanística y otras han quedado tan reducidas que apenas sirven como canal de paso para las numerosas embarcaciones de recreo. Se comentó que de estas, hay tantas de motor que sumadas todas ellas, suponían la fuerza de dos o tres grandes petroleros. Lo que supone por un lado una contaminación de las aguas, y por otro una agitación de los fondos que dañan al cada vez más escasa fauna autóctona.
-Y ¿De eso qué se dijo?
-Casi nada. Bien visto, las actividades náuticas que se hacen en el Mar Menor y en La Manga son las únicas no estacionales, son practicadas por un cliente de poder adquisitivo medio-alto, y la calidad de su oferta es casi impecable.
  
-Entonces ¿Donde está el problema?
  
-No es un solo problema. La rambla del Albujón y otras de menor entidad han venido vertiendo aguas contaminadas, tanto por residuos mineros como por las filtraciones de los productos utilizados en las actividades agrícolas cercanas. Se contó que muchas de esas explotaciones corren a cargo de empresas alemanas o francesas que esquilman la calidad de la tierra y que una vez, agotada su fertilidad, se marchan a otra parte. A muchos nos llamó la atención que las medusas, que tanto molestan a los veraneantes, son esenciales para el agua del Mar Menor, puesto que son como filtros depuradores. Vamos, que se tragan mucha porquería, devolviendo un agua de mejor calidad.

-Pero ¿Se habló algo de las muchas construcciones residenciales? Es que en la Manga se han pasado mucho. Yo he visto torres de viviendas que están en la misma orilla del mar.
  
-Un abogado que habla como los ángeles, y dos jueces explicaron la normativa legal que había, la española y la determinada por la Comunidad Europea, las leyes que se redactaron para la promoción “turística” y las que buscan la defensa del litoral y del medio ambiente. Resultó un tanto entristecedor el panorama que hay al respecto, tanto por los muchísimos incumplimientos como por la redacción de otras leyes y ordenanzas locales que entran en contradicción con aquellas. Durante años, los ayuntamientos costeros han propiciado la construcción de residenciales de segundo uso, en vez de potenciar la apertura de establecimientos hoteleros. Figúrese usted, que en todo el Mar Menor no se han abierto nuevos hoteles desde hace más de veinte años. Y sin embargo, en los primeros tiempos de esa locura constructora, las aguas residuales se encaminaron a la laguna y al mar abierto inmediato.
-¡Qué barbaridad! ¿Y cómo quedó el asunto?
-Pues con una gran esperanza. Todos los que hablaron, que eran unos expertos en sus temas, propusieron consensuar UN PACTO POR EL MAR MENOR. Este jueves sigue la cosa.
-Iré con usted a ver si lo conseguimos. Yo, desde luego lo firmo.