El Mar Menor necesita filtros verdes… y planificación ambiental

Francisco Robledano Aymerich



No puedo dejar de valorar positivamente algunas recientes iniciativas en torno al Mar Menor, como la reciente Jornada sobre Filtros Verdes celebrada el 15 de octubre en la Consejería de Agua, Agricultura y Medio Ambiente, o la moción aprobada en la Asamblea Regional sobre “Medidas urgentes a adoptar por el gobierno regional y la Confederación Hidrográfica del Segura para la finalización de vertidos al mar menor desde la rambla de El Albujón”. Pero no dejan de ser gotas en un océano de problemas, o pequeños parches ante una avalancha de impactos.

De la misma manera, muchos deploramos la enésima paralización de una herramienta que creemos esencial para su conservación, y una exigencia legal ineludible, como es la planificación de la Red Natura 2000 en el ámbito del Mar Menor y por desgracia en el resto de la Región de Murcia, con la honrosa excepción del Noroeste, que se adelantó no sin dificultades al último parón. La planificación ambiental del Mar Menor venía precedida de un trabajo técnico loable, que no se debe dilapidar. Fruto de la dedicación de un equipo de técnicos que han trabajado casi siempre en condiciones desfavorables, con apenas algún atisbo de colaboración con el sector académico y científico. Pero por desgracia con frecuencia desaprovechado y nunca confrontado con el sector, llamémosle económico –o mejor empresarial, que sector económico somos todos-, que sistemáticamente se ha opuesto a cualquier tentativa de planificación. ¿No sería la hora de sentar a la misma mesa de debate a gestores y técnicos, científicos, y al resto de representantes del tejido social y económico?

Con el desmantelamiento, reorganización y renombrado del organismo responsable de desarrollar esta herramienta, no parece que se mejore el enfoque, por más que se haya desplazado hacia una aproximación socioeconómica (“Oficina de Impulso”). Pero más bien se ha desdibujado el foco, se ha erosionado una vez más el objetivo último de la planificación de la red Natura 2000, que no es otra que proteger la biodiversidad de importancia europea. La tarea de armonizar e integrar social y económicamente la conservación de la biodiversidad del Mar Menor no puede descansar sobre una oficina que no es mucho más que una antigua subdirección general. Debe ser una política de gobierno y de sociedad. Partiendo de un compromiso que reconozca que el Mar Menor, entendido como sistema natural, no es en absoluto un freno sino el soporte vital de la economía y la cultura de esa comarca. No hay desarrollo posible en torno al Mar Menor si (en el mejor de los casos) sólo recupera calidad ambiental pero a costa de biodiversidad, paisaje y cultura. Es un trueque (o trade off) que no podemos permitirnos.

La conservación del Mar Menor debe sustentarse sobre tres pilares, tres dimensiones fundamentales que deben concretarse a todas las escalas territoriales y administrativas. Por un lado la conservación de sus valores de biodiversidad en cualquier ámbito, tanto en los espacios protegidos como permeando el entorno agrícola y urbano. Por otro, la planificación tanto de esos valores como del entorno de influencia que los condiciona, garantizando la integridad ecológica y facilitando la aplicación adecuada de medidas de fomento socioeconómico. Y en tercer lugar, a través de una rigurosa evaluación y aplicación de medidas preventivas y correctoras donde proceda, incluyendo todo tipo de filtros (legales, administrativos y técnicos, incluyendo la ingeniería ecológica) a la contaminación y degradación. Un ejemplo serían esos filtros verdes, humedales artificiales, tanques de tormenta y otras soluciones ingenieriles. Otro, la evaluación de la viabilidad de una pasarela peatonal en las Encañizadas, también reciente, en la que he participado, y que descartando las alternativas más impactantes sobre esa última ventana natural de la laguna, ha generado un abanico de posibles actuaciones para cumplir el mismo objetivo con un mínimo perjuicio ambiental. Demostrando que en cualquiera de los tres ejes expuestos es posible -y deseable- aprovechar las sinergias positivas que pueden establecerse entre conservación y ecoturismo, entre patrimonio natural y cultural, entre naturaleza e imagen de marca comercial… Y por supuesto entre infraestructura natural e ingeniería. Ciudades como Filadelfia, Sao Paulo o Nueva York están demostrando que soluciones como la adquisición de miles de hectáreas de paisajes naturales funcionales mejora sustancialmente la gestión del agua en sus cuencas vertientes, con un ahorro de costes notable.

Una tarea ímproba, pero por suerte asentada sobre una base de conocimiento cada vez más sólida sobre lo que ocurre y cómo le afecta al Mar Menor. El pasado mes de diciembre se celebró una reunión científica a instancias el IEO para poner en común gran parte de esta información, que esperamos pronto ver reflejada en una publicación monográfica. Otras muchas instituciones públicas y ONGs, a menudo en colaboración, siguen generando y aportando conocimiento. No se trata de abrazar una o unas pocas de las posibles soluciones, aplazado o ignorando otras, sorteando conflictos y priorizando las soluciones “fáciles”, sino de trazar con valentía una verdadera hoja de ruta que aborde de forma global la problemática de la laguna y permita cumplir con los compromisos más urgentes, sin dejar de avanzar en paralelo en todas las líneas necesarias para terminar confluyendo en la meta deseada.

No he querido incluir en el párrafo que encabeza este artículo la más reciente escenificación del apoyo institucional al Mar Menor. El pasado 20 de octubre representantes de todas las administraciones regionales y locales implicadas abrazaron la causa de la regeneración del Mar Menor a través de una Inversión Territorial Integrada, al frente de la cual se sitúa la Consejería de Fomento e Infraestructuras. Permítaseme ser escéptico, quizá porque dudo de un compromiso que se suma a los muchos que ya hemos visto quedar en agua de borrajas. Por otra parte, visto el enfoque, no se sabe si se trata de poner el Mar Menor al servicio del territorio, o el territorio al servicio del Mar Menor, como debería ser. Baste un ejemplo: para algún alcalde, los filtros verdes y los tanques de tormenta son la solución para las inundaciones en el Mar Menor, como si el problema de las inundaciones no fuera más un caso flagrante de mala planificación, cuando no de tolerancia a la ilegalidad urbanística. Me parece, como creo haber expuesto, que el Mar Menor necesita algo más que un compromiso institucional o un gran consenso científico en torno a unas pocas soluciones mágicas. A menos que lo que representen estos “filtros verdes” sea simplemente el filtro fotográfico para la instantánea que se quiere transmitir del Mar Menor.

Francisco Robledano Aymerich

Profesor del Departamento de Ecología e Hidrología, Universidad de Murcia