¿Son los humedales artificiales la solución al problema del Mar Menor?

LA OPINIÓN 28.06.2016 | 19:14



Profesora titular del Departamento de Ecología de la UMU
La respuesta a esta pregunta, así formulada, es claramente no. El problema del Mar Menor, como ya conocemos, tiene muchas y diversas causas y su solución pasa por una adecuada gestión y ordenación de los usos que se realizan en él y en su cuenca vertiente. Los humedales artificiales lo que sí son es una herramienta útil para mitigar los efectos de la contaminación puntual y difusa (aquella cuyo foco es difícil de localizar), algunas de las causas pero no las únicas, del estado actual de la laguna. 
Los humedales artificiales son, como su nombre indica, una tecnología de depuración blanda (de bajo coste energético), en la que el hombre recrea las condiciones adecuadas para que se den aquellos procesos que de forma natural tienen lugar en un humedal. Los humedales naturales son sistemas caracterizados por presentar un suelo saturado en agua y una importante biomasa de vegetación adaptada a esas condiciones de encharcamiento permanente, como ocurre en los bosques de ribera, las zonas de marisma, los saladares, los deltas de los ríos y las orlas de vegetación de lagos y lagunas, entre otros. Estos sistemas son capaces de transformar y retener nutrientes, metales y pesticidas mediante mecanismos naturales, contribuyendo con ello a la mejora de la calidad del agua que los atraviesa. Los humedales, bien conservados, actúan como filtros ´verdes´ salvaguardando la calidad de las aguas. En este sentido hay que recordar la desaparición, bajo la presión urbanística, de los humedales que rodeaban la laguna del Mar Menor, otra de las causas que explican su actual deterioro. La Marina del Carmolí, el Saladar de Lo Poyo o los humedales relictos de Playa de la Hita y de Punta de Lengua de Vaca, nos recuerdan su malograda existencia. 
En los humedales no sólo la vegetación tiene un papel importante en la mejora de la calidad del agua. El suelo del humedal, rico en materia orgánica, es el soporte físico de una diversa comunidad de microorganismos responsables de los procesos que dan lugar a la transformación y eliminación de los contaminantes. En el caso del nitrato, cuya elevada concentración en las aguas que llegan a la laguna lo hacen ser el principal contaminante a reducir, los microorganismos son capaces de retirarlo del agua de forma permanente. Ciertos microorganismos, bajo determinadas condiciones ambientales, transforman el nitrato a nitrógeno gas que es liberado a la atmósfera. Por el contrario la vegetación, capaz de asimilar el nitrato disuelto en el agua e incorporarlo a su biomasa, sólo constituye un elemento de retención temporal. 
Tarde o temprano, si la vegetación no es podada y retirada, el nitrato volverá al medio. Es por ello que el tipo de suelo y el tiempo de contacto del agua con él, son parámetros de diseño muy importantes en los humedales artificiales. 
Tras años de investigación de la comunidad científica sobre los procesos biogeoquímicos que tienen lugar en los suelos de los humedales y del papel de la vegetación, actualmente se tienen los conocimientos suficientes para que la depuración mediante el empleo de humedales artificiales sea una herramienta de elevado potencial. Prueba de ello es su amplia utilización en el mundo entero. Sin embargo, al igual que cualquier otra tecnología de depuración también existen limitaciones para su empleo, aunque no es el caso de las aguas que se pretender tratar en el Mar Menor. Al contrario, ya en el año 1998 varios profesores e investigadores del Departamento de Ecología e Hidrología de la Universidad de Murcia realizamos un completo informe para la Confederación Hidrográfica del Segura, sobre la viabilidad del uso de humedales para mitigar el efecto de los vertidos y drenajes agrícolas al Mar Menor. 
El diseño de un humedal artificial no es fácil. Los parámetros de diseño: superficie, profundidad, tipo de suelo (naturaleza y granulometría), dirección del flujo hídrico y vegetación, entre otros, variarán dependiendo del volumen y de las características del agua a tratar y, en consecuencia, del proceso o procesos biogeoquímicos que se quieran potenciar, entre otros factores. Entre estos últimos hay que desatacar las condiciones y la adecuación del lugar donde se quiere ubicar. La existencia o no de riesgo de avenidas es por ejemplo, un aspecto importante a valorar. Todo ello determinará la eficacia del humedal artificial y que se consiga o no la reducción deseada de la contaminación. Reducción que no puede ser esperada hasta pasados 1-2 años desde su creación, cuando el sistema alcance cierta madurez. El diseño de un humedal artificial es por tanto, una labor que precisa conocimiento y tiempo, desde luego nunca ha de hacerse de forma impulsiva y sin las consideraciones técnicas adecuadas, como parece ser el caso. 
En definitiva, el éxito del proyecto del humedal artificial de la Rambla del Albujón radicará en la adecuación de su diseño, aspecto que desconozco, pero también y no menos importante de su posterior mantenimiento.
Recientemente, el instituto IMDEA Agua ha destacado la mala gestión como el elemento clave del poco éxito de los filtros verdes en España. A pesar del funcionamiento ´natural´ y bajo coste energético que supone esta tecnología, los humedales artificiales precisan de un seguimiento, una monitorización de su funcionamiento, especialmente durante los primeros años de su puesta en marcha, y de su posterior mantenimiento. Sin este último, la inversión y esfuerzo realizado sería inútil al cabo de unos pocos años.
De igual forma y no menos importante, es la necesidad de una estrecha coordinación de las distintas entidades públicas competentes en la materia. CHS, direcciones generales y universidades (incluidas las de esta región) deberían trabajar de forma coordinada unificando objetivos. No tiene sentido desaprovechar la experiencia y el conocimiento directo sobre la zona que se tiene del funcionamiento de humedales en esta región. De igual manera es importante la participación de asociaciones y movimientos sociales locales y regionales con intereses en la laguna. Existen demasiados antecedentes tanto a nivel regional como nacional de la difícil viabilidad de proyectos ambientales cuando no existe tal coordinación.
Y en este sentido no puedo terminar sin exponer la necesidad, que algunos otros ya han mencionado, de avanzar en un proyecto integral para el Mar Menor. Un proyecto que en lo relativo a la entrada de aguas contaminadas de origen agrícola, en sentido amplio, además de contemplar la creación de uno o varios humedales artificiales de estratégica localización, contemple la adecuación y rehabilitación de cauces, y la recuperación y/o conservación de los humedales del entorno del Mar Menor, junto con la adecuada gestión de usos y la implantación de buenas prácticas agrícolas.