El Ejido II vs el Mar Menor

Artículo completo publicado en La Verdad el 6 de marzo de 2017

Celia Martínez Mora
Investigadora IMIDA e integrante del grupo de coordinación de la plataforma Pacto por el Mar Menor

Con las nuevas campañas agrícolas en el entorno del Mar Menor hemos apreciado sorprendentes transformaciones del paisaje. A vista de pájaro resulta difícil diferenciar dónde termina el Mar Menor y dónde comienza el mar de plástico. De continuar así, este último será el único mar interior que tendremos aquí.

El crecimiento actual constatado a diario de estas explotaciones agroindustriales en una zona que está en estudio por la Unión Europea debido al impacto medioambiental negativo, es incomprensible y brutal. Más aun considerando la escasez de agua y de energías renovables en este territorio. El espíritu empresarial encaminado a la transformación de la agricultura tradicional en industrias en esta zona vulnerable debería ser controlado y frenado por la Administración, en un ejercicio de responsabilidad y coherencia.

Poner en producción una hectárea con la agricultura tradicional hace años no suponía un impacto paisajístico, estaba más integrada. Producir en un invernadero con esa misma superficie introduce elementos de impacto medioambiental negativo como estructuras, plásticos, kilómetros de goma para el riego por goteo, motobombas, tanques para la fertilización con sus equipos, vías de acceso, líneas telefónicas suministro de energía, agua y de conexiones informáticas.

Por otra parte, las personas que habitamos en esta zona o las que nos visitan temporalmente lo hacemos mayormente por el enclave medioambiental y de ocio sostenible. La agricultura industrial no es una vecina compatible. Esta agroindustria emplea plaguicidas, sus plásticos son altamente contaminantes. ¿La ciudadanía puede respirar tranquila con organoclorados a granel a metros de su lugar de veraneo o residencia? Recordemos que los plásticos de invernadero son residuos peligrosos que ligados a la producción industrial de la agricultura inciden sobre la contaminación de la atmosférica, paisajística, de las aguas litoral, de los acuíferos y el suelo e incluso elevan el riesgo de incendios.

Tenemos muy presente la costa de Poniente en Almería, en la que ese mar de plástico llega casi al borde del mar verdadero, con el consecuente impacto negativo. No puede decirse que no se sepa y por tanto, hay que mirar hacia el lado que simplemente, vemos con nuestros ojos.

Por otra parte, puede llegarse a la situación en la que aparezcan divergencias de criterio para los usos del suelo entre los sectores económicos turístico y agrícola. ¿Por qué sucede esto? Por la falta de visión integral y de protección eficaz de un área de interés medioambiental que no quieren entender como capital activo. Y mientras tanto, en los conflictos por el uso agrícola o turístico-urbanístico del suelo, las personas que no tienen parte en los beneficios de ambos sectores, sino que simplemente desean disfrutar de un espacio natural único, continúan siendo espectadores diana. Nos levantamos y abrimos la ventana y en lugar del Mar Menor con su aves surcando cielos vemos plásticos, olemos fertilizantes y plaguicidas, vemos aves sobres restos de cosechas y, de oír, se escucha la maquinaria pesada ya sea agrícola o extractiva de arenas y fangos. Y para terminar, no es posible sumergirse en esas aguas cristalinas y llenas de vida porque no sabes ni dónde estás.

No hay ecotasa posible para reparar este daño de pérdida de identidad del ecosistema en el que cohabitamos. Este impuesto grava cualquier iniciativa, acción, uso o consumo que dañe el equilibrio ecológico o que altere los valores de la naturaleza. Se puede aplicar en dos vías; sanción o prevención. Aquí al parecer es demasiado bajo comparado con los beneficios, de los contrario no se comprende que cada vez tengamos más mar de plástico o más urbanizaciones en zonas de escorrentías, o más puertos, o más infraestructuras de barrera. Y su montante debe destinarse a reparar los daños del entorno.

Por ejemplo, las maquinarias pesadas que están extrayendo arena de un lado a otro en lugar de solucionar el problema en origen también deberían abonar su ecotasa. Porque además tienen negocio para rato dado que la arena volverá donde la hidrodinámica litoral deba llevarla. Da que pensar que antes de las playas artificiales no existía este problema ni coste adicional.

Son escasos metros los que separan una actividad de impacto medioambiental y sanitario de las personas que no se dedican a ella. Es incomprensible que se quieran potenciar dos sectores que compiten por el uso del suelo y se olviden las personas y el medio natural cuando debemos trabajar por lo mismo: El vertido cero, el impacto medioambiental negativo cero sobre el Mar Menor, el cumplimiento de las Directivas. En algún momento hay que ser valiente y poner freno a que la rentabilidad económica de algunos vaya en detrimento del patrimonio y la calidad de vida de todos.

Mar de plástico en la inmediaciones del Mar Menor
Dos de los grandes impactos en el Mar Menor: urbanización y agricultura