Dra. Francisca Giménez Casalduero
Bióloga marina
Universidad de Alicante
El Mar Menor es una laguna costera confinada, poco profunda, hipersalina,
con cambios bruscos de temperatura, oligotrófica, con presencia de especies
euriahalinas y euritermas, y por encima de todo, singular. Todos estos calificativos
los encontramos repetidos una y
otra vez en los informes científico-técnicos que han descrito y
puesto en valor este ecosistema
particular. Características, todas ellas interrelacionadas que intentan definir
de forma simplificada los complejos procesos ecológicos que hacen del Mar Menor
la laguna que hemos conocido y son
las responsables de los numerosos servicios ecosistémicos de los que nos hemos
beneficiado generación tras generación.
Es una laguna costera y por lo tanto sus
playas son mayoritariamente lacustres,
pequeñas playas conchíferas que nos empeñamos en trasformar en arenales a base
de aportes sedimentarios externos, los cuales favorecen procesos de
enfangamiento y alteran su dinámica sedimentaria.
En su ADN la laguna lleva escrito el carácter
de aislamiento o confinamiento. El
largo periodo de tiempo casi incomunicada con el Mediterráneo ha favorecido la
deriva genética de muchas especies, permitiendo la evolución de poblaciones “especiales”
adaptadas a este ambiente extremo. Reservorio de biodiversidad que corre el riesgo de perderse por la
dramática situación actual.
Pero además, es poco profunda y al estar situada
en una zona semidesértica de altas temperaturas y escasas lluvias, los niveles
de evaporación son elevados con el consecuente incremento de salinidad, de aquí su hipersalinidad. La poca profundidad provoca
que los cambios de temperatura estén poco amortiguados, en comparación con lo
que sucede en el mar colindante. Las temperaturas en el Mediterráneo varían de forma gradual
mientras que en el Mar Menor dependen directamente de las condiciones meteorológicas, lo que genera esos cambios
bruscos y drásticos de la temperatura y que las especies que han conformado y
estructurado el paisaje sumergido de la laguna sean eurihalinas (aquellas que soportan
grandes rangos de salinidad) y euritermas
(especies que soportan grandes variaciones de temperatura). La alta salinidad y
los cambios bruscos de temperatura han impedido el asentamiento de otras muchas especies, siendo la salinidad
la principal barrera ecológica de la laguna.
La laguna de aguas cristalinas era
oligotrófica, o lo que es lo mismo, pobre
en nutrientes, -lo contrario de lo que nos encontramos en la actualidad-. La
baja concentración de nutrientes la ha hecho ser especial entre las de su
clase. La mayoría de las lagunas costeras presentan entradas naturales de
nutrientes procedentes de aportes fluviales continuos. Sin embargo, las
condiciones meteorológicas de la zona, junto con una agricultura de secano en
sus márgenes aseguraban la entrada “casi cero” (que no cero) de nutrientes.
Esta peculiaridad la convertía en un sistema singular de aguas transparentes,
con poco fitoplancton y por ende, sin posibilidad de importantes floraciones (blooms)
de organismos planctónicos (ctenóforos, medusas, etc); solo estaba presente de
forma permanente la medusa Aurelia aurita,
especie cuyo crecimiento poblacional estaba asociado a las esporádicas lluvias
torrenciales y la entrada puntual de nutrientes.
Estas características ambientales,
interrelacionadas entre sí, la han hecho ser única, singular y especial. Por ello, se ha considerado
como un ecosistema de alto valor ecológico a nivel regional, nacional, europeo
e internacional. Y por ello, la laguna ha ido adquiriendo las numerosas figuras de protección que
posee (algunas de ellas acompañadas de importantes ayudas por parte de las
administraciones europeas). Todas sus peculiaridades, y no otras, se traducían
en servicios ecosistémicos (beneficios que obtenemos los seres humanos del
ecosistema lagunar), como el gran potencial para el sector turístico, el
desarrollo de pesquerías tradicionales y sostenibles, o beneficios no
materiales como la calidad de vida y valores estéticos y culturales.
En la actualidad nos encontramos con una
laguna costera que sigue siendo confinada, con una temperatura determinada de
forma directa por las variaciones atmosféricas, hipersalina, pero eutrófica.
Los aportes desbocados de nutrientes y fitosanitarios han llevado al Mar Menor a
la situación de desequilibrio en la que nos encontramos. El fallo de los sistemas de control de la propia
laguna, maltratada durante décadas, junto al exceso de nutrientes, procedentes principalmente de la agricultura, han
provocado el “cultivo” de
fitoplancton que vemos desde hace meses y, consecuentemente, cambios drásticos
en el ecosistema lagunar.
¿Y ahora qué? Es la pregunta que se hacen, nos
hacemos la ciudadanía, buscando respuestas o soluciones mágicas que resuelvan
el problema de forma rápida e indolora si fuese posible. Pero, ¡no es posible!,
los ecosistemas tienen sus necesidades y sus tiempos.
Entre las propuestas de solución que se oyen y
se leen en los medios de comunicación, de forma recurrente desde el principio
de esta crisis ambiental, está el abrir la conexión con el Mediterráneo y como
si fuese un barreño bajo un grifo, esperar que el rio de agua de entrada
sustituya a la existente dañada y alterada.
Al analizar esta opción, imagino que sus
partidarios habrán descartado la posibilidad de creación de nuevos canales, por
los costes de expropiación de zonas urbanas y ejecución de una obra de esas
dimensiones. Suponiendo que la propuesta fuese ampliar los canales ya
existentes, es necesario señalar que una de las vías de conexión natural más
importante, Las Encañizadas, forma parte de un Parque natural, cuyo plan de
ordenación prohíbe expresamente el
dragado y ampliación de los canales. Además constituye un espacio único,
con la presencia de un hábitat europeo raro y escaso en el Mediterráneo, el
hábitat 1140 de la Directiva Hábitats (92/43/CEE): “llanos
fangosos o arenosos que no están cubiertos de agua cuando
hay marea baja”. Hábitat descrito hace ya más de una década en los documentos
técnicos elaborados para los sucesivos y no aprobados planes de gestión de la
laguna. A su valor ambiental se suma la presencia de numerosas especies
protegidas, reclamo, entre otros, para un importante turismo ornitológico
y ambiental.
No se pone en duda la capacidad técnica de las empresas especializadas en obra
pública, para el desarrollo de infraestructuras de canales de comunicación
entre la laguna y el Mediterráneo. Pero no todo es capacidad técnica y/o
económica (aunque en este caso no creo que la opción de abrir canales sea ni la
más eficiente, ni la más económica).
Imagino que aquellos que abogan por esta
opción, antes de impulsarla habrán hecho los cálculos necesarios basados en la
tasa y velocidad de renovación del agua de la laguna, incluyendo modelos de
hidrodinámica, teniendo en cuenta la geomorfología, densidad del agua,
forzamientos de marea y atmosféricos etc etc. E imagino también, que se habrá
previsto que no toda la masa de agua lagunar será
renovada en pocos meses. Tras abrir los canales, existirán zonas de remanso,
que probablemente permanecerán sin sustituir durante años.
Imagino, además, que habrán contrastado los
datos de intercambio de agua, con la tasa de crecimiento del fitoplancton. No
vaya a ser, que dicha entrada actúe como revulsivo para el crecimiento
exponencial de estas algas microscópicas. Y en este punto, creo que debemos
recurrir al conocimiento. Mientras los requerimientos ambientales sean los
adecuados, las células fitoplanctónicas, tras adaptarse a las condiciones del
medio, crecen de forma exponencial. Esta situación permanece hasta llegar a la
tasa de crecimiento estacionaria, provocada por una limitación en la
disponibilidad de luz, oxígeno
o nutrientes. Los
acuicultores conocen bien este proceso, y las técnicas de explotación de
cultivo de fitoplancton se basan precisamente en mantener la fase exponencial,
asegurando que las concentraciones de luz, oxígeno y nutrientes no limiten el
crecimiento y reproducción celular. Es por ello, que de forma continua o
discontinua se extrae un volumen
dado de agua con altos niveles de fitoplancton (cosecha), mientras ese volumen
es renovado por agua cargada de oxígeno y nutrientes, la situación vuelve al
crecimiento exponencial.
Y volviendo al Mar Menor, hace ya varios meses
que el fitoplancton llegó a su fase exponencial de crecimiento. Se sabe que han
existido procesos de anoxia (como era previsible en estos casos) pero no
conocemos el alcance de los daños generados en todo el ecosistema (Este
artículo fue escrito antes de conocer el dramático diagnóstico presentado por
el IEO y ANSE, en la actualidad ya sabemos que la magnitud de los daños supera
las previsiones más pesimistas). A pesar de los esfuerzos puntuales y tardíos
llevados a cabo por limitar la entrada de nutrientes, no se ha actuado con
contundencia, ni se ha afrontado el origen del problema, tampoco están identificadas
las vías de entrada en la laguna,
ni cuantificado el volumen de dichas entradas. Según algunos científicos, la
entrada de nutrientes por la rambla del Albujón, único punto donde se ha
actuado y de forma tímida, podría ser mínima en relación con los niveles de
nutrientes que entran por otras vías como las subterráneas o las avenidas.
Pero, además, la alta concentración de biomasa de algas unicelulares en la
laguna, asegura la disponibilidad de nutrientes por mucho tiempo (incluso
después de conseguir el vertido cero). O sea, tenemos nutrientes para rato, y
con la renovación de agua por los canales, aseguraremos el oxígeno. Y la
dilución permitirá aumentar la disponibilidad de luz. Por lo que esa renovación
de agua, actuará a modo de “cosecha” y facilitará el crecimiento exponencial
del fitoplancton en continuo. Olvídense de las aguas limpias y cristalinas de
otros tiempos.
Pero hay más, lo que sí ocurrirá es la
disminución de la salinidad. Como ya se ha dicho, una de las características
que determina la singularidad de la laguna es su hipersalinidad. La salinidad
es una barrera para miles de especies, y su disminución a niveles próximos al mar
Mediterráneo permitirá la entrada masiva de especies que actualmente están
controladas. Cuando las especies que crecen de forma explosiva no sean las
medusas “huevo frito” (Cotylorhiza
tuberculata) sino la Pelagia
noctiluca o la Olindia sp (por
poner algún ejemplo), altamente urticantes y comunes en el mar próximo, los
problemas se acentuarán. En resumen, la apertura de nuevos canales de
comunicación con el Mediterráneo provocaría una pérdida de identidad, de
biodiversidad, de calidad del estado ecosistémico y un aumento de la probabilidad
de crecimiento masiva de especies dañinas.
Y... ¿Qué pasa con el agua que sale al
Mediterráneo? También la experiencia y el conocimiento pueden darnos pistas.
Aquí se pueden citar algunos procesos oceanográficos conocidos. El río de agua Mediterránea
que sale a través del estrecho de Gibraltar (de mayor salinidad y densidad que
la del Atlántico), es el causante de
gran parte de la circulación profunda del océano Atlántico. También son bien conocidas las consecuencias de
la salmuera, procedentes de las plantas de desalación, sobre los ecosistemas
marinos. El agua que saldría de forma masiva por las golas, previsiblemente
llegaría en forma de río de alta salinidad y densidad a la importante pradera
de Posidona oceanica que existe
frente al Mar Menor. Es probado que los niveles de salinidad del Mar Menor afectarán
de forma irreversible a la pradera, fuente de oxígeno, calidad ambiental y
vida. Por otra parte, el agua que baña las playas mediterráneas de La Manga,
incluidas todas aquellas ubicadas en la zona norte de Cabo de Palos, tendrían
el mismo aspecto que el visto este verano en la franja lagunar. La degradación
de los ecosistemas marinos colindantes está asegurada, así como la pérdida de
calidad ambiental de un área emblemática para el turismo regional.
El análisis de las soluciones de esta grave situación nos
lleva de forma recurrente a los
niveles de nutrientes existentes en la laguna. Es necesario afrontar el problema desde la raíz, reconducir las
actividades que están generando las presiones ambientales, potenciando una agricultura
sostenible y llevando a cabo actuaciones de reabsorción de nutrientes desde una
planificación integral en toda la cuenca y gestión de todas las posibles
fuentes de contaminación. Y tras el cese de entradas de nutrientes al sistema,
plantear actuaciones dirigidas a restituir los servicios ecosistémicos desde un
enfoque de restauración ecológica, basada en la comprensión de los procesos
ecológicos.
La solución no puede ser el traslado del problema a los
ecosistemas mediterráneos tras destruir los lagunares.
26 de noviembre de 2016